El efecto Coolidge: Porqué los hombres siempre desean una nueva mujer.
¿A qué hombre no le ha pasado eso? Tienes en el teléfono el número de una chica con la que ya te has acostado varias veces. Lo miras con una cierta indiferencia. No te motiva. Sin embargo ves el número de la chica que conociste el sábado pasado y sientes deseo. No es que sea mejor que la otra chica. Es simplemente que es otra. Y aunque la chica que ya conoces no pondría ningún problema para quedar y la nueva será más complicada, intentas quedar con la nueva chica. Eso es el efecto Coolidge mencionado por primera vez por el endrocrinólogo Frank A Beach.
El efecto Coolidge consiste en un fenómeno existente en los machos mamíferos, por el cuál el interés sexual se renueva en el momento de tener a la vista nuevas parejas sexuales receptivas, incluso después de rechazar el sexo de previas compañeras sexuales aún disponibles.
No es un invento. Investigaciones científicas han demostrado que ese efecto es cierto. En un experimento se encerró un ratón macho con varias ratonas. El ratón estuvo teniendo sexo con ellas hasta que se sació. En ese momento dejó de tener interés sexual en ellas, aunque las ratonas seguían lamiéndole y haciendo avances. Al introducir una nueva ratona, al ratón le volvió el apetito.
En algún experimento (Lester, GL; Gorzalka, BB 1988) se ha demostrado que también se produce un efecto Coolidge en las hembras ( de los hamsters en el experimento) aunque en una medida menor que en los machos.
El porqué del efecto Coolidge.
Desde el punto de vista de la psicología evolutiva, el efecto Coolidge tiene todo el sentido del mundo. En épocas antiguas en que no existían los anticonceptivos el hombre no conseguía gran cosa teniendo sexo con una mujer con la que ya lo había tenido muchas veces. Es más que posible que ya estuviera embarazada de él. Sin embargo al aparecer una mujer nueva, la “ganancia” potencial a nivel reproductivo sería muy grande. Podría dejar embarazada a otra mujer y aumentar así las posibilidades de tener descendencia.
En el caso de una mujer, dado que solo puede quedar embarazada de un hombre durante 9 meses, el incentivo para estar con uno nuevo es muy pequeño. Quizá pueda haber un pequeño beneficio si el hombre con el que estaba no era capaz de dejarla embarazada, porque al incluir un nuevo hombre las posibilidades aumentarían. Un beneficio obviamente mucho menor que en el caso del hombre.
El efecto Coolidge: la lujuria no descansa
Así funciona el cuerpo
Como con casi todo lo que pasa en nuestro cuerpo -por supuesto, también la excitación sexual- tiene una explicación biológica. En concreto, el efecto Coolidge sucede porque, ante la posibilidad de una nueva relación sexual con otra persona distinta, los niveles de dopamina del cuerpo se incrementan, preparando al ser humano para estar más activos de lo habitual, lo que acaba traduciéndose en un periodo refractario mucho más pequeño o nulo de cara al sexo, recoge ‘Sex and psychology’.
El tiempo de recuperación sexual es mucho menor cuando el acto va a realizarse con una pareja distinta y mucho mayor si se repite con la misma.
Pero, si es una relación sexual con la misma pareja, el sistema límbico (gestiona respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales), no reacciona tan rápidamente, haciéndose necesario un tiempo de recuperación de mayor duración que el anterior.
Del mismo modo, se puede interpretar el efecto Coolidge como la disminución progresiva de la propensión de un macho a aparearse con la misma hembra combinada con un mayor interés sexual en las distintas parejas sexuales. Eso sí, los machos que reconocen parejas anteriores y muestran preferencia por las nuevas deberían tener una ventaja selectiva ya que pueden distribuir el esperma de manera uniforme entre las hembras que encuentran.
En todo el espectro de mamíferos, desde gatos hasta las ballenas, la reproducción es un imperativo genético. Y la necesidad de fecundar nuevas hembras está relacionado con la liberación de dopamina en el cerebro.
Efecto Coolidge: una curiosa anécdota.
Como el propio término indica, se refiere al 30º presidente estadounidense, Calvin Coolidge. Una curiosa anécdota de él y su esposa Grace ilustra este patrón de comportamiento sexual.
Bajo el nombre de efecto Coolidge se recoge la respuesta y el comportamiento de un mamífero ante sus relaciones sexuales con una o varias parejas en las que el periodo refractario (el tiempo que se necesita para poder volver a consumar tras llegar al clímax), que puede aumentar o disminuir dependiendo de si va a acabar en la cama con la misma pareja sexual o una nueva. Este patrón psicológico y biológico señala que el tiempo de recuperación es mucho menor cuando el acto va a realizarse con una distinta y mucho mayor si se repite con la misma.
Un dicho popular cuenta que recibió este nombre después de la visita por separado del presidente y su esposa a una granja experimental del Gobierno. Cuando la Sra. Coolidge accedió al área de las gallinas, advirtió que uno de los gallos se apareaba con mucha frecuencia. Le preguntó al encargado por la frecuencia de los encuentros, y este le respondió: “Docenas de veces al día”. Con mucha guasa Grace le dijo: “Cuénteselo al presidente cuando pase por aquí”. Tras habérselo contado al presidente, Coolidge preguntó: “¿Con la misma gallina cada vez?”. La respuesta fue: “Oh, no, señor Presidente; con una gallina distinta cada vez”. Coolidge concluyó: “Cuénteselo a la Sra. Coolidge”.