Deseo Sexual Hipoactivo (DSH): Aspectos Históricos
A partir de la obra clásica de Masters y Johnson a finales de los sesenta, la terapia sexual o sexología fue cambiando, en las dos décadas siguientes, hacia una perspectiva en que se entremezclan visiones conductuales, cognitivas y sociales. Entre los tantos aportes de los que se consideran padres de la sexología moderna, es haber establecido que los problemas sexuales deben considerarse como problemas de pareja. A partir de estos autores, la ciencia sexológica ha avanzado a grandes pasos, constituyéndose como un dominio independiente de conocimiento, y como una rama muy importante de la psicología y la medicina.
Sin embargo, Masters y Johnson se centraron en sus estudios exclusivamente en aquellas disfunciones sexuales que se relacionaban con el funcionamiento de los órganos genitales. Por lo tanto, prácticamente no fueron mencionados los problemas de la fase del deseo. Es así como la investigación del Deseo Sexual Hipoactivo (DSH) se ha concentrado solamente en las últimas tres décadas.
En 1974, Helen Singer Kaplan, en su libro “La nueva terapia sexual“, profundiza y rediseña las técnicas terapéuticas propuestas inicialmente por Masters y Johnson, formulando efectivas terapias breves. No obstante, su mayor contribución consistió en sus observaciones respecto del significativo papel que juegan los significados personales (actitudes, emoción, cognición) y los culturales (estereotipos, expectativas). Esta autora fue también la que primero etiquetó como tal al Deseo Sexual Hipoactivo.
En las revisiones de la literatura encontramos que, al menos desde 1972, se han ido reportando casos de bajo deseo sexual, pero no fueron etiquetados como tal hasta 1977, cuando dos investigadores, aunque en forma independiente, identificaron y describieron este fenómeno como un cuadro diferente a los reconocidos clásicamente. Por un lado, Kaplan lo denominó como Deseo Sexual Hipoactivo, en tanto que Lief, por su lado, le puso el nombre de Deseo Sexual Inhibido.
En los modelos previos de la terapia sexual se asumía que las personas tenían interés sexual y que el problema se centraba exclusivamente en un funcionamiento anormal o en la presencia de alta ansiedad. No obstante, fueron comprobando que en estos casos, las técnicas sexuales existentes a la fecha no tenían ningún efecto sobre el deseo sexual.
Al año siguiente, en 1978, Lief y Kaplan juntos propusieron a las APA (a la cual ambos pertenecían) que se incorporara esta disfunción en el próximo DSM. Es así como el DSI fue agregado al DSM de 1980. Sin embargo, en la revisión del DSM-III, publicada in 1987 (DSM-III-R), se cambia el término inhibido por el de hipoactivo, ya que el comité que revisó los desórdenes psicosexuales consideró que el término “inhibido” sugería una etiología psicodinámica (es decir, que la condición de deseo sexual existía, pero que la persona, por alguna razón, estaba inhibiendo su propio interés sexual). Entonces, el término “hipoactivo”, si bien no era el más apropiado, era más neutral con respecto a sus posibles causas. El DSM-III-R estimaba que cerca de un 20% de la población tenía DSH y fue subdividido en dos categorías: Deseo Sexual Hipoactivo y Trastorno de Aversión Sexual. En el DSM-IV (1994), en los criterios diagnósticos se agrega la condición de provocar un marcado malestar y que dificulta las relaciones interpersonales.
Para poder entender cómo se llegó a esta nueva etiqueta diagnóstica, es importante tener en cuenta el contexto sociológico en el cual fue creado.
Sabemos que, en algunas culturas, un deseo sexual bajo puede ser considerado normal y un alto deseo algo problemático. En otras culturas, puede ser al revés. En tanto que en algunas partes tratan de restringir el deseo sexual, en otras se lo enaltece. Por lo tanto, el concepto de nivel “normal” de deseo sexual es culturalmente dependiente y raramente tiene un valor neutro.
En la década del 70 se produjo una avalancha de mensajes que apuntaban a que el sexo era algo “bueno” y que “mientras más, mejor”. Dentro de este contexto, la gente habitualmente desinteresada en los aspectos sexuales y que antes no lo habían visto como un problema, comienzan a sentirse inadecuadas y aumentaron las personas que iban al terapeuta a quejarse de bajo deseo sexual.
La falta de deseo es uno de los problemas sexuales más escurridizos que existe, tanto para poder establecer un diagnóstico como para conocer los datos de incidencia real en la población.
El deseo, como toda emoción, es muy difícil de medir.
Por otra parte, el DSH constituye uno de los trastornos más complejos de la clínica sexológica, no existiendo aun un consenso concerniente ni a los aspectos etiológicos ni a los de su terapéutica.
En conclusión, actualmente existen muchas orientaciones teóricas y terapéuticas respecto al DSH, pero escasos datos científicos respaldan su validez. Hasta hoy subsisten solo modestas evidencias empíricas que validen los tratamientos, en parte debido a que las investigaciones no suelen utilizar una metodología rigurosa.
¿Cómo sé que deseo?
¿cuál es mi experiencia de deseo? ¿Cómo siento, vivo, mi deseo sexual?
El deseo sexual es una emoción, un impulso, una fuerza que nos mueve al encuentro íntimo con otras personas. Nos motiva a relacionarnos, a compartir intimidad, a mantener relaciones afectivas y sexuales, a disfrutar y pasarlo bien, a sentir placer, etc.
Junto con la atracción y el enamoramiento, forman lo que se conoce como sentimientos sexuales; sentimientos que constituyen un magnífico patrimonio de la sexualidad humana y que regularán ésta durante toda nuestra vida.
Sentimientos sexuales
El deseo, la atracción y el enamoramiento, son sentimientos sexuales. Se relacionan entre sí, aunque se pueden señalar características propias de cada uno:
- El deseo: Es un estado interno que mediatiza la existencia humana y nos impulsa a la búsqueda de contacto y la interacción sexual. Este sentimiento tiene una fuerte raíz biológica, pero el cómo se vive y de qué manera se satisface (puede llevarnos a buscar satisfacción sexual o no, a desear abrazar y ser abrazado y acariciado, a tener fantasías, deseo de realizar determinadas conductas sexuales) depende de muchos factores de tipo personal, relacional y cultural
- La atracción: Implica deseo, pero se dirige concretamente hacia personas determinadas. Es cuando al deseo sexual se le pone cara.
- El enamoramiento: Conlleva deseo y atracción. Hace que la persona de la que nos enamoramos parezca insustituible. Es exclusiva, única, en el sentido de que “sólo esa persona” puede satisfacernos.
- El enamoramiento produce un estado de fascinación que nos impulsa a entregarnos y a desear intensamente que el sentimiento sea correspondido.
- Todo gira en torno a esa persona: fantaseamos, nos interesamos por ella, damos lo mejor de nosotras y nosotros.
¿Por qué baja el deseo sexual en una relación estable?
La pérdida de “ganas” a la hora de mantener relaciones con una pareja estable es más común de lo que parece. De acuerdo con un estudio publicado en The Journal of Sex & Marital Therapy, un 54% de los hombres y un 42% de las mujeres reconocen que no están satisfechos con la frecuencia sexual de sus relaciones de pareja a largo plazo.
Deseo Sexual. Estímulos Eficaces.
- Estímulos visuales son más eficaces en los hombres que en las mujeres. La imaginación y fantasía en las mujeres.
- Cambio de estímulo.
- Cambio de pareja.
- Efecto Coolidge.
Debemos tener presente que el deseo sexual, o la falta de éste, tiene estrecha relación con nuestros genes y su predisposición para ser combinados con el máximo de sujetos posibles para conseguir asegurar la futura generación. Pero, aparte de los factores genéticos y evolutivos también tenemos los factores emocionales.
DSI. Evaluación. Diagnóstico diferencial.
- 1977, Deseo Sexual Hipoactivo (Kaplan), Deseo Sexual Inhibido (Lief)
- Ante DSI, como en toda disfunción sexual, la esencia de la evaluación es la detección de los factores psicógenos (predisponentes, precipitantes y mantenedores) así como evaluar si podemos descartar o no el peso de factores orgánicos.
- La peculiaridad del DSI es que son frecuentes los factores psicógenos profundos.
Deseo Sexual Inhibido. Causas orgánicas y/o psicológicas.
Entre las orgánicas:
- Tratamiento con algunos medicamentos.
- Alteraciones hormonales y problemas neuroendocrinos.
- Enfermedades metabólicas.
- Enfermedades crónicas.
- Etc.
Entre los factores psicológicos que destacan están:
- Problemas de pareja.
- Disfunciones sexuales, como anorgasmia, vaginismo o disfunción eréctil.
- Trastornos del estado de ánimo.
- Ansiedad y estrés.
- Cansancio.
- Miedo a no satisfacer a la pareja.
- Vida sexual poco satisfactoria.
- Monotonía.
- Etc.
¿Qué ocurre cuando tu libido y la de tu pareja son incompatibles?
¿Incompatibilidad sexual en la pareja?
- La incompatibilidad sexual puede venir por muchos motivos… desde que uno tenga una disfunción sexual, hasta que las relaciones sexuales no funcionen porque uno tenga más deseo que el otro, por falta de comunicación en la pareja o por el momento de tenerlas.
- En muchas ocasiones simplemente no se cumplen las expectativas personales y surge la frustración; otras veces la falta de diálogo en este área hace que realmente no aprendamos lo que le gusta o no a nuestra pareja.
- La gente vive rodeada de mitos y leyendas de lo que es el sexo, y la experiencia de cada uno es muy diversa, esto genera malos hábitos y nos aleja de una sexualidad sana y enriquecedora.
Cazador y Presa.
- El problema es que si estas situaciones se dan con relativa frecuencia y siempre en la misma dirección… “el miembro de la pareja rechazado puede acabar obsesionándose con el tema y mostrando cierta hiperactividad sexual, vendría a adoptar el rol de cazador”
- Por la parte de la persona que no tiene ganas aparece una ansiedad y malestar por el sexo que acaba agravando aún más estas diferencias. Se puede llegar a sentir como una presa y en los casos más graves, cada vez que su pareja se acerca lo vive como una experiencia aversiva.
Me quiere… pero ya no me toca
- ¿Cuando eso pasa es que mi pareja ya no me quiere, no le atraigo, o lo está haciendo con alguien más?
– No necesariamente. Eso depende mucho de las causas:
- A veces se quiere y no se puede
- Ni se quiere, ni se puede
- A veces se puede y no se quiere
- Se quiere, se puede, pero se decide no
- Amor sin sexo, sexo sin amor “Complejo de la Virgen-Prostituta”, Freud, 1925
Tratamiento. Tres aspectos a trabajar
- El deseo
- El reparto de tareas
- La comunicación
El deseo.
No se tiene en cuenta el deseo activo, el que una parte de la pareja puede provocar en el otro y en sí mismo. El deseo puede venir de diferentes maneras, hay que normalizarlo.
…hay situaciones que no demandan las relaciones hasta que el deseo es muy grande, cuando en realidad las pequeñas situaciones pueden ser las que provoquen una sensación erótica.
“En consulta me dicen: deseo desear. Y de lo que se trata es de desear tener placer con esa persona y pasártelo bien con ella, no tanto tener ese deseo”.
El reparto de tareas.
El peso de las tareas del hogar también puede tener un impacto en la libido.
Si los dos trabajan fuera de casa, y uno de los dos (que suele ser la mujer) es quien asume las tareas de la casa, surge un desequilibrio. La solución es pactar un reparto de las tareas de casa de manera que los dos tienen un cierto tiempo de descompresión cuando llegan del trabajo y eso facilita estar tranquilos en el sofá.
“Es importante recordar que una relación sexual comienza cuando acaba la anterior, no es solo el espacio en el que entras en la cama o en el que le tocas a tu pareja cuando estás en el sofá, el resto también influye”
La comunicación.
El diálogo es el mejor fármaco para el sexo.
- Se trata de tener una conversación constructiva, no destructiva. No consiste en buscar un culpable, sino de explicar cómo nos sentimos y a partir de ahí pactar.
- es importante no dejar pasar esta situación esperando a que se solucione por sí sola.
“Si la cuestión se convierte en un área más de conflicto de la pareja, y no se afronta desde la sinceridad y la tranquilidad, tiende a complicarse y empiezan a acumularse cuentas pendientes que luego acaban saliendo”
- En muchos casos las parejas piden ayuda cuando el problema está ya muy avanzado, lo que dificulta la actuación del profesional